lunes, 1 de febrero de 2010

lunes, 3 de noviembre de 2008

MEDICINA TRADICIONAL Y SISTEMAS DE ATENCION A LA SALUD

Universidad de Chile
Facultad de Medicina
Escuela de Enfermería
Socioantropología


El Futuro de la Medicina Tradicional en la Atención de la Salud de los Países Latinoamericanos. México, 1987


“Medicina Tradicional y Sistemas de Atención a la Salud”


Lic. Carlos Zolla Luque
Asesor de la Unidad de Investigación en Medicina Tradicional y Desarrollo de Medicamentos
Instituto Mexicano del Seguro Social
Xochitepec, Morelos


Las relaciones entre la medicina tradicional( ) y los sistemas de atención a la salud (al menos en aquellos países en donde el fenómeno ha sido objeto de atención por parte de autoridades, planificadores o investigadores de la salud, o en donde existen mecanismos legales que promuevan, regulen o sancionen la práctica de la medicina en su totalidad) distan mucho de ser homogéneas. La adhesión de los países a las políticas de la Organización Mundial de la Salud, que postulan la movilización de todos los recursos comunitarios para mejorar los niveles de salud, abarca un abanico de posturas que van desde el compromiso programático para lograr su efectivo cumplimiento hasta una sospechosa aceptación diplomática que luego es desmentida por una práctica punitiva hacia las formas de acción curativa no reconocidas por el modelo médico hegemónico. Esta heterogeneidad en que las relaciones y esta gama de matices que se presentan en cada país, sugiere que toda generalización que pueda proponerse corre el riesgo de resultar ingenua o, al menos, poco operativa.

En todo caso, el problema de las relaciones entre el sistema oficial de salud y todas las formas de respuesta social a la enfermedad constituye un punto de innegable interés, no sólo en el terreno teórico sino también, y sobre todo, en el de la planificación de las acciones de salud y en la aplicación concreta. Posee además el atractivo de revelar los enfoques y las tendencias de quienes directa o indirectamente, con afinidades o antipatías hacia el tema, intentan analizar de manera global la situación de salud de los países, las características de los sistemas de salud, la crisis del modelo médico hegemónico o las formas de interacción entre las diferentes manifestaciones terapéuticas. Podría decirse que el solo hecho de plantear los problemas de las relaciones entre medicina tradicional y sistemas de atención a la salud hace emerger una compleja red de problemas, estrategias, valoraciones, prioridades y, en fin, concepciones tanto de los universos que son puestos en evidencia como de las articulaciones y jerarquizaciones que tal relación implica. Por último, no es desdeñable recordar que si las medicinas tradicionales (o las formas no institucionales de respuesta social a la enfermedad) deben ser confrontadas con un sistema de salud, es preciso deslindar los contenidos y la extensión que se reconocen a unas y otro. En otras palabras, si la medicina tradicional puede ser concebida también en términos de un sistema de atención a la salud, con modalidades y legalidades propias que modulan la relación con el sistema institucional.

Señalemos, de paso, que la noción de “sistema de salud” encierra no pocos equívocos. “En cierto sentido –puede leerse en una reciente y muy completa revisión de literatura dedicada al tema- el sistema de salud es un mecanismo oculto y misterioso: todavía no conocemos su funcionamiento y casi todas las investigaciones actuales son de tipo exploratorio” ( ). Ello trae como consecuencia que el carácter de estas investigaciones esté determinado por las estrategias de aproximación, ya sea que se busque formalizar un modelo de atención a la salud, ya sea que se analicen las experiencias nacionales o regionales y se establezcan comparaciones entre los sistemas. En muchos casos, la propia noción de modelo aparece identificada con la de sistema. Por otra parte, un obstáculo con que se tropieza a poco que se aborde el estudio del tema es el de la polisemia del término sistema, y que se hable indistintamente (a veces en el mismo contexto) de “sistemas de salud”, “sistemas de atención médica”, “sistemas de programación, información, control, evaluación y difusión”, “sistemas hospitalarios” (y “sistemas de administración hospilataria”), “sistema de las Naciones Unidas en materia de salud”, etc., con criterios que reflejan un empleo por lo menos excesivo. La consecuencia inmediata es la de que “sistema” termina aludiendo más o menos vagamente a “cualquier conjunto dotado de una organización interna”, cumpliéndose con la regla de oro de los lógicos, según la cual la comprensión del significado está en relación inversa a su extensión. El notable esfuerzo de muchas investigaciones dedicadas al tema está en gran medida destinado a sortear este “obstáculo epistemológico”, ya sea por una directa alusión teórica, ya sea por el rodeo descriptivo que busca poner en evidencia las legalidades que aparecen en un conjunto dado, mostrar las reglas de funcionamiento y esbozar las posibilidades de adecuación y optimización de los recursos. Muchas veces son las propias instituciones y los gobiernos los interesados en promover estas investigaciones y revelar los rasgos esenciales del sistema nacional de atención a la salud. Usado en sentido amplio, dice el mismo autor, el concepto de sistema de salud alude a “los servicios de salud, la profesión médica, la planificación y la ejecución de políticas sanitarias, el sistema de pago, la medicina preventiva, la enseñanza y la investigación médicas, la educación de la población en materia de salud, las burocracias sanitarias, las ideologías en la esfera de la salud y otros temas afines”( ). ¿Son éstos, entonces, los temas en función de los cuales deben ser analizadas las relaciones entre el sistema de salud (oficial, institucional) y las otras manifestaciones médicas? ¿Está la vinculación condicionada por un “ajuste” de las prácticas a estos factores? Permítasenos dar un rodeo y responder de modo indirecto a estas cuestiones, intentando acumular, en ese recorrido, algunos elementos que enriquezcan la respuesta.

En primer lugar, tratemos de ver el comportamiento típico de los sistemas nacionales de salud respecto de la medicina tradicional y de otras formas no institucionales de atención. Una publicación de la Organización Mundial de la Salud propone una tipología de los sistemas según el grado de aceptación que manifiestan respecto de esta vinculación:

a) Los sistemas exclusivos (monopólicos), en los que sólo la práctica de la medicina científica moderna es reconocida legalmente, con total exclusión de otras formas de curar (este es el caso de Francia, Bélgica, Luxemburgo, Austria, la URSS y la mayor parte de los países del bloque socialista, Argentina, Honduras, Argelia, etc.).

b) Los sistemas tolerantes, en donde sólo el sistema basado en la medicina moderna es reconocido, aunque legalmente se toleran otras formas de la práctica médica tradicional (República Democrática Alemana, Gran Bretaña, Estados Unidos –con particularidades en la legislación de los estados-, México, Mali, Alto Volta, Uganda, Sierra Leona, Ghana, etc.).

c) Los sistemas inclusivos, en los que diversas formas de atención a la salud, tradicionales o modernas, son reconocidas legalmente. El ejemplo más conocido es el de la India, en donde al lado de la medicina moderna se practica, respalda y regula el ejercicio de sistemas tradicionales como Unani, Ayurveda, Siddha, etc. Pakistán, Tailandia, Bangla Desh, Sri Lanka, Burma, entre otros, muestran diversas modalidades de inclusión de las prácticas médicas tradicionales.

d) Los sistemas integrados que, como el caso de China Popular, promueven oficialmente el uso combinado de medicina moderna y medicina tradicional.( )

Esta clasificación admite numerosos matices pero refleja bastante bien las estrategias de los países y de sus instituciones encargadas de regular el ejercicio de las prácticas médicas en general. Por lo demás, la práctica indica que más allá de la letra de la legislación y de la actitud del estado para promover o desalentar formas combinadas de ejercicio médico, las respuestas sociales a la enfermedad (y aquí el uso del plural es obligatorio) son usualmente más complejas, heterogéneas y “asistemáticas” de lo que los marcos técnicos o legales suelen reflejar. La cuestión, entonces, reside en saber cuál es la configuración real del campo de la práctica médica, más allá de las variantes que puedan presentarse, y sin duda tomando en cuenta a todas ellas.

Ahora bien, para que las estrategias de vinculación, interrelación, aprovechamiento (e incluso subordinación) puedan ser canalizadas es evidente que debe partirse de una determinada visión presente en los ámbitos de donde emanan las decisiones (ministerios de salud, por lo general). Y que esta visión se alimenta de una masa de información que provee descripciones de los fenómenos y orienta (o puede orientar) la toma de decisiones. En el caso particular de México, puede aseverarse que el mayor caudal informativo sobre las prácticas médicas tradicionales proviene de los trabajos de antropólogos y no fue concebido como un aporte a la discusión sobre la factibilidad de interrelacionar estas prácticas con las del sector médico institucional. En suma, no se extrajo información para el sector salud, sino hasta fechas muy recientes. Sin embargo, es posible detectar una serie de textos, escritos por autores que provienen de vertientes teóricas e ideológicas diferentes, que intentan ofrecer panoramas de conjunto sobre la situación de salud en México y que, en consecuencia, enfatizan en la valoración del sistema de salud, en las características del modelo médico hegemónico, en las formas de respuesta social a la enfermedad y, casi siempre, en una crítica al presente estado de cosas. Se trata, en este caso, de información relativa al sector de la salud, producida en algunos casos por médicos responsables de tareas de planificación, docencia universitaria o investigación en organismos internacionales. Todos los ejemplos que mencionaremos a continuación aluden de una u otra manera a la medicina tradicional, señalan su importancia y, sin embargo, rehusan su análisis, pese a que las referencias a ella aparecen enmarcadas en el campo de la salud. “Existen en México –afirma la Dra. Cristina Laurell- tres sistemas principales que se encargan de los problemas de salud de la población: el estatal o paraestatal (la Secretaría de Salud, el Instituto Mexicano del Seguro Social, el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, etc.), la medicina privada y la medicina popular o tradicional. (...) Por razones obvias no existen datos de los recursos de la medicina popular, ni de la población que atiende.

“Se calcula que unos 15 a 20 millones de mexicanos se encuentran al margen de los sistemas médicos profesionales. Estos son los pacientes de la medicina popular ya que tienen que recurrir a los curanderos, hueseros, y yerberos”. ( )

Otro de los textos consultados, señala: “En lo que se refiere a la medicina tradicional, una importante proporción de mexicanos acude a ella cuando carece de recursos económicos o porque contempla los factores psicosocioculturales en el manejo de los problemas de salud, aspecto que no toma en cuenta la llamada medicina occidental”. Y acota el autor, Raúl Rojas Soriano, que junto a los servicios médicos de seguridad social, la medicina asistencial y la medicina privada, “reconocidas oficialmente por las autoridades, coexiste la llamada medicina tradicional”. ( )

Daniel López Acuña afirma que además de los servicios de salud tradicionales o populares (curanderos, brujos, etc.) puede hablarse, para fines prácticos de tres grandes tipos de atención a la salud”.( ) Este autor vuelve a aludir en su libro a la medicina tradicional cuando señala que el aborto provocado a las pacientes de “comadronas y curanderas”, “casi siempre les crean problemas infecciosos, perforaciones, hemorragias y abortos incompletos”. ( )

Un texto preparado por COPLAMAR incluye, entre las formas de acceso a los satisfactores de las necesidades esenciales, a los servicios personales de salud y, dentro de éstos, a los practicantes de la medicina tradicional y de las medicinas paralelas. Agrupa a aquélla junto a la homeopatía, los quiroprácticos y la acupuntura, y concluye afirmando que ninguna “está regulada, ni siquiera en forma mínima, y su práctica es predominantemente comercial, aunque la medicina tradicional tenga múltiples modalidades”.( )

El último de los textos que hemos escogido (y que se denomina, significativamente, La salud de los mexicanos y la medicina en México) afirma que “en las áreas rurales los distintos tipos de curanderos son consultados con más frecuencia que los médicos. En sus métodos utilizan conocimientos de etnomedicina, magia y en ocasiones medicina moderna, y configuran una base social muy importante para la preservación de la salud en estas zonas, ya que la mayor parte de los pacientes atribuyen su enfermedad a razones mágicas o religiosas; por otro lado, la automedicación a través de rituales curativos aún conserva su fuerza desde la tradición prehispánica. No estamos en condiciones de evaluar objetivamente su participación en el mejoramiento de la salud en estas zonas, aunque no desconocemos la gravitación individual y social que actualmente tiene”,( ) concluyen los autores, Kumate, Cañedo y Pedrotta.

Como podrá apreciarse, todos los textos mencionados reconocen la existencia de la medicina tradicional, y la mayoría de ellos parece dispuesto a admitir su importancia dentro del cuadro de la atención a la salud. Sin embargo, pese a tratarse de textos representativos de los nuevos enfoques sobre medicina y salud, revelan un buen número de vaguedades, cuando no de contradicciones y paradojas. En primer lugar, las afirmaciones cuantitativas (“una importante proporción de mexicanos”, (las comadronas) “casi siempre” crean problemas en los abortos inducidos, los distintos tipos de curanderos son consultados “con más frecuencia” que los médicos) aluden de tal manera a la realidad numérica de los fenómenos que difícilmente podrían servir de parámetros a los planificadores. El único dato numérico, mencionado por Laurell, no permite concluir lo que la autora postula: la inferencia acerca de la cantidad y tipo de población que acude a los terapeutas de la medicina tradicional no puede realizarse a partir de la cantidad de población no cubierta por los servicios institucionales; investigaciones actuales realizadas con población derechohabiente del IMSS revelan que el número de personas que mantiene contacto con la medicina tradicional en áreas urbanas del Distrito Federal es sorprendentemente elevado. La afirmación de la autora acerca de que “por razones obvias” no existe información acerca de la medicina tradicional, suponemos que no está referida a la vasta obra de antropólogos, historiadores y biólogos sobre la materia, sino a los datos generados en el sector médico académico. Las dos afirmaciones de López Acuña proyectan prejuicios ideológicos, y una de ellas, la de las parteras, es insostenible a la luz de los datos existentes. ¿Por qué afirmar –si de lo que se trataba era de dar un cuadro fidedigno de la “salud desigual” de los mexicanos- que “para fines prácticos” puede obviarse la contabilización de los recursos de la medicina tradicional? La afirmación de Rojas Soriano es doblemente recusable: si el autor critica duramente la deshumanización y mercantilización de la medicina oficial y privada, y si encuentra que la medicina tradicional es una alternativa económica al tiempo que un recurso que contempla los “factores psicosocioculturales en el manejo de los problemas de salud”, resulta inexplicable la escasa atención puesta en el fenómeno; por otra parte, no queda tampoco muy claro cómo es que al emplear una categoría analítica tan amplia y comprensiva, tan fundada en los hechos, como la de formación económico-social, no se haya topado nunca en la formación económico-social mexicana con los miles de terapeutas tradicionales (curanderos, parteras, hueseros, sobadores, rezanderos, hiloles, marakames, h-men, etc.), y su examen se concrete a la medicina oficial y privada. Finalmente, examinemos más de cerca la afirmación de Kumate y colaboradores: si en las zonas rurales de México (cuya población es cercana al 50% del total de los habitantes del país, por lo que en la década en la que fue escrito el libro debe pensarse en por lo menos 35 millones de personas) los curanderos “son consultados con más frecuencia que los médicos”, no se comprende muy bien qué tipo de diagnóstico global de la salud de los mexicanos pueda hacerse pasando tan rápidamente por sobre el fenómeno. Dentro de la justeza de la observación, los autores se limitan a afirmar que no están en condiciones de evaluar objetivamente el problema, honesto reconocimiento que sin embargo no modifica el descuido.

En resumen, si nos atenemos a la información producida por estos investigadores es evidente que los análisis derivan de una referencia casi exclusiva al modelo médico institucional o a las formas académicas de medicina privada; en segundo lugar, dentro de este marco es evidente que las asociaciones que se puedan hacer de la medicina tradicional en relación a los “sistemas” de salud (o considerándola a ella misma como un sistema, como en el texto de Laurell) no poseen sino un matiz metafórico.

Ahora bien, si los textos dedicados a la salud de los mexicanos no nos proporcionan los materiales para inferir el estatuto de la medicina tradicional en tanto sistema de atención a la salud, ¿qué pueden aportarnos las otras fuentes no médicas? Creemos que en los últimos años se ha acumulado una valiosa información emanada del trabajo de equipos nacionales o regionales (v. gr. del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, de la Dirección General de Culturas Populares, del Programa IMSS-COPLAMAR y de nuestra propia Unidad de Investigación en Medicina Tradicional y Desarrollo de Medicamentos, entre otros). No me detendré aquí en el análisis de esos datos, remitiendo a los lectores interesados a consultar esos trabajos directamente con los autores. Mi interés reside sobre todo en tratar de discutir la naturaleza de ciertos parámetros y el carácter de un determinado enfoque que permiten, a mi juicio, mostrar un cuerpo estable de datos que remiten a un auténtico sistema de creencias, conceptos y prácticas, a recursos terapéuticos de uso constante y a clasificaciones nosológicas coherentes, ampliamente distribuidas.

En primer lugar, analizar la medicina tradicional en relación a los temas que se incluyen usualmente al hablar de “sistemas de salud” puede permitir establecer una serie de analogías, pero no puede constituir un parámetro para establecer la naturaleza sistemática del fenómeno médico tradicional. La acción de los terapeutas tradicionales mexicanos no responde a una planificación central, nacional o regional; no poseen un aparato burocrático de control de la profesión, administración, pagos, escalafón, niveles o categorías. Las formas de transmisión del conocimiento, si bien no son espontáneas, no responden a un patrón académico institucionalizado; no existe una actividad relativa a la investigación del arsenal terapéutico ni sectores comprometidos en el desarrollo de tecnologías ad hoc. No están nucleados en gremios, asociaciones o colegios, ni existen vehículos regionales o nacionales de difusión de información sobre la materia que abordan. Más aún, las acciones concertadas para nuclearlos, indagar sobre sus concepciones y prácticas, difundir resultados, reproducir sistemáticamente algunas especies naturales de uso medicinal, constituyen iniciativas ajenas al universo del terapeuta. No cuentan, como en otras culturas médicas, con textos que recopilen o contengan las ideas y los procedimientos curativos, preventivos o de rehabilitación. Es más, resultaría ocioso y hasta risueño establecer categorías, jerarquías o clasificaciones a partir de esos criterios. En realidad, y para decirlo directamente, la naturaleza sistemática de la medicina tradicional puede tornarse inteligible mediante un enfoque que revele, detrás de los acontecimientos, la persistencia de las estructuras, en una empresa semejante a la que permitió captar los sistemas de parentesco, las relaciones de producción, la estructura de los mitos, de los sistemas simbólicos o de las lenguas. En síntesis, un modelo analítico que pueda revelar las categorías de los terapeutas, su proceso formativo, su nucleamiento en función del sexo, la edad, la lengua y cultura, la historia y la naturaleza de sus prácticas, sus vinculaciones con el sistema médico institucional o con otras formas de la práctica médica, su papel en la estructura productiva y en los mecanismos de control ideológico; un modelo analítico que revele los mecanismos de percepción de la enfermedad y los subsistemas nosotáxicos, que dé cuenta de las concepciones del desequilibrio, y de la historia de esas clasificaciones, de los procesos de aculturación médica y de la persistencia de datos ancestrales, en fin, que examine sin prejuicios la naturaleza, eficacia o ineficacia de los tratamientos, el armamentarium terapéutico, la accesibilidad, las formas rituales y los universos tabuados, la trayectoria del enfermo, etc. Un modelo así debe ser simultáneamente nacional y regional, sincrónico y diacrónico, y con la suficiente flexibilidad como para permitir al investigador el examen crítico de sus datos y de sus supuestos metodológicos. Quizás lo que se obtenga sea más un retrato de la salud y de las formas de respuesta social a la enfermedad, que un delimitado territorio de la “tradición”. Quizás se trate de un estudio cuyo corolario sea la disolución de lo que hemos llamado “medicina tradicional” en tanto categoría gnoseológica. Quizás, finalmente, esta estrategia nos permita captar la especifidad de lo “tradicional” bajo una mirada no restrictiva.

Quisiera terminar enumerando una serie de rasgos que me parecen característicos de las medicinas tradicionales. He aprovechado el aporte de otros autores, sintetizando sus datos y anotando aquellos que parecían pertinentes, surgidos en nuestro trabajo en la Unidad de Medicina Tradicional y Desarrollo de Medicamentos:

1. Las medicinas tradicionales coexisten con los sistemas médicos occidentales en la mayoría de los países que poseen manifestaciones importantes de cultura médica popular o tradicional.

2. Los terapeutas tradicionales mantienen con respecto al sistema médico occidental relaciones de conflicto y complementación.

3. Las medicinas tradicionales no constituyen dominios autónomos, independientes de la religión, la política, los grandes mitos populares o de formas ancestrales de cultura médica.

4. Su modelo terapéutico, generalmente no organicista o biologista, con frecuencia es un importante factor de control social y de modulación de las conductas.

5. Se hallan estrechamente ligadas a otros componentes de la vida social y aparecen como una derivación directa de la cultura del grupo.

6. Asocian elementos pertenecientes al mundo material y al de los seres vivos, compartiendo categorías, características o cualidades (v. gr. el frío y el calor, la posibilidad de que síndromes de filiación cultural como el mal de ojo o los aires afecten por igual al hombre o a los animales, etc.).

7. En ellas, el mundo humano es un microcosmos que refleja el universo natural y social, siendo el medio físico y las relaciones humanas factores determinantes en la causalidad de numerosas enfermedades.

8. Muestran una ausencia casi total de cirugía y un rechazo a la disección y a la autopsia.

9. Los conceptos de balance y equilibrio constituyen nociones básicas que el terapeuta interpreta en sentido físico, psíquico, mítico, moral o religioso, a veces sin distinción de dominios (v. gr. la higiene y la ética suelen estar estrechamente ligadas).

10. La mayoría de ellas reconocen centros o soplos anímicos, determinantes para la vida.

11. La socialización de la enfermedad se apoya con frecuencia en la triple experiencia del terapeuta, el enfermo y el grupo, por lo que las formas de eficacia simbólica encuentran un respaldo comunitario que excede los límites de la consulta médica.

12. Los conceptos relativos a la causalidad de las enfermedades son compartidos por el terapeuta, el enfermo y el grupo. A diferencia de lo que usualmente ocurre en el sistema médico occidental, en las medicinas tradicionales el marco ideológico-técnico es común a uno y otro, y base de numerosas curaciones.

13. Aparecen cuatro dominios bien definidos que dan lugar a la existencia de terapeutas con tipos de prácticas específicas: parteras, curanderos, hueseros y yerberos, cuyas funciones suelen combinarse.

14. Posesión y deposesión constituyen grandes órdenes causales de gran número de padecimientos. Factores naturales, personales y preternaturales viabilizan la posesión y la deposesión, y el diagnóstico puede variar –con respecto al agente causal- según el progreso de la enfermedad.

15. En la medida en que la mayor parte de los países que poseen una importante medicina tradicional han sido objeto de la explotación colonial, vastos sectores de sus taxonomías muestran indicios de sincretismos (lo que se revela en los nombres de las enfermedades, en la explicación de su etiología, en los tratamientos y maniobras, en los remedios utilizados, etc.) o de francas alteraciones de los modelos ancestrales.

16. Las asociaciones, gremios, organizaciones y, en general, toda forma de institucionalización de los terapeutas tradicionales constituyen fenómenos históricos recientes o, por el contrario, muy antiguos (preexistentes a los procesos de conquista y colonización). En consecuencia, no existen, en la mayoría de los casos, auténticas estructuras burocráticas encargadas de la planificación, la formación de los recursos humanos, la investigación, el desarrollo tecnológico, el sistema de pagos, las relaciones con los servicios de salud institucionales, etc.

17. La formación de sus terapeutas obedece a muy diversos patrones: entrenamiento con un terapeuta más experimentado y de mayor edad, herencia, habilidades personales excepcionales, defectos físicos o trastornos mentales característicos, signos reconocidos al momento del nacimiento o en el entorno del sujeto, asociaciones míticas con un doble, un animal-compañero, experiencias, existencias inusuales, etc.

18. Un vasto conocimiento del medio físico (particularmente del mundo vegetal, que constituye la base de la materia médica).

19. Sanción o reconocimiento social al ejercicio de los terapeutas, siendo éstos generalmente personas adultas maduras, investidas de prestigio técnico y moral, lo que las convierte en agentes de reproducción ideológica y control social.

20. El mecanismo de transmisión oral de los conocimientos constituye la base esencial para la formación del recurso humano.

21. El cobro de honorarios suele ser simbólico o adecuado a la condición socio-económica del paciente, compartiendo con el terapeuta necesidades materiales y principios ideológicos.

22. La coexistencia de la medicina tradicional no sólo se establece con el sistema institucional; existe una estrecha relación con las formas domésticas de la terapéutica médica, siendo éste el ámbito desde donde derivan hacia la práctica pública numerosos terapeutas.

23. La mayoría de ellas establece una distinción entre “enfermedades del médico” y “enfermedades del curandero” (o “del brujo”, “de la gente”, “tradicionales”, etc.).

24. Poseen una escasa tecnología cuyo uso ancestral indica variaciones mínimas o insignificantes (un buen ejemplo de esto lo constituye el empleo del baño de vapor o temazcal, cuyo empleo aparece documentado para el mundo prehispánico, característico en el tratamiento de diversas enfermedades y en el proceso del embarazo, el parto y el puerperio).

FARMACOPEA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Q.F.B. Ma. del Carmen Becerril Martínez.

Directora Ejecutiva de Farmacopea. COFEPRIS

Desde muy temprana edad, sabemos que cuando nos enfermamos el médico puede prescribirnos un medicamento. Aprendemos, por lo tanto, que ese medicamento tiene propiedades que harán que nos recuperemos de nuestra enfermedad, al tiempo que empezamos a tenerle confianza, pues asumimos que no nos hará ningún daño. Esto nos lleva en algún momento a preguntarnos, ¿cómo asegurar que los medicamentos que nosotros tomamos, nuestros hijos, familiares y amigos, sean seguros, al tiempo que efectivos? Nos queda claro que los responsables de la calidad de los medicamentos son los fabricantes de éstos, y que su vigilancia es responsabilidad de la Secretaría de Salud. Pero puede volver a surgir la interrogante: ¿en qué se basa la autoridad sanitaria para evaluar los medicamentos, y garantizar que éstos sean seguros y efectivos? Es aquí en donde comienza el papel de la Farmacopea de los Estados Unidos Mexicanos (FEUM).

Definición de la Farmacopea Mexicana

Voz que aparece hasta el siglo XVI, procede del griego φαρμακοποιΐα y se entiende por hacer o confeccionar medicamentos o fármacos, tiene un significado especial en el contexto nacional.

Historia de la Farmacopea Mexicana

Los orígenes de nuestra Farmacopea se remontan a los antiguos mexicanos, quienes ya desde entonces se dieron a la tarea de organizar las características y usos de sus prácticas curativas. Ya los frailes franciscanos de la época colonial apuntaban que en Tenochtitlán existía una estructura de salud que incluía a los tlama (médicos), a los texoxolatitl (cirujanos), a los tesor (sangradores), y en el aspecto farmacéutico, a los papini o recolectores y seleccionadores, así como a los panamacani o preparadores de medicamentos, y a boticarios llamados panamacoyan. En 1552, Martín de la Cruz escribe en náhuatl su opúsculo sobre las hierbas medicinales: Libellus de medicinalibus indorum herbis, traducido al latín por el indio xochimilca Juan Badiano, y en donde se reúne a los principales medicamentos utilizados por los indígenas, incluyendo el método de preparación, indicaciones y usos.

En el México independiente, 1821, fue publicado el Formulario Magistral y Memorial Farmacéutico de Garssicourt, considerado como el antecedente directo de una farmacopea nacional.

La primera Farmacopea Mexicana se publicó en 1846 por la Academia Farmacéutica de la capital de la República.

En 1874 se anunció la Nueva Farmacopea Mexicana, a cargo de la naciente Sociedad Farmacéutica Mexicana, que en 1884 notificó la segunda edición.

En 1896 se presentó oficialmente la tercera edición por disposición del Supremo Gobierno, para el Distrito Federal y los territorios de Tepic y Baja California; los estados autónomos acordaron el uso de ésta en forma independiente. Su cuarta edición apareció en 1904 y su uso se generalizó en más estados.

El 28 de noviembre de 1928, el General Plutarco Elías Calles decretó, como obligación del Estado Mexicano, salvaguardar la salud pública y vislumbró como trascendental la existencia de la Farmacopea Mexicana. En 1930 se publicó la última versión.

En 1952, durante el periodo presidencial del Lic. Miguel Alemán Valdés, se publicó la segunda edición de la Farmacopea Nacional de los Estados Unidos Mexicanos por el Departamento de Control de Medicamentos de la Secretaría de Salubridad y Asistencia. Dos ediciones posteriores, la tercera publicada en el año de 1962 y la cuarta en 1974, siguieron presentando nuevas monografías.

Nueva era de la Farmacopea Mexicana

En julio de 1984 entra en vigor la Ley General de Salud y se dan las condiciones para la integración de una figura fundamental en el desarrollo de la farmacopea mexicana moderna, ya que el 26 de septiembre del mismo año, por acuerdo del C. Secretario de Salubridad y Asistencia Dr. Guillermo Soberón Acevedo, se crea la Comisión Permanente de la Farmacopea de los Estados Unidos Mexicanos (CPFEUM) que da inicio a la historia contemporánea de la Farmacopea de los Estados Unidos Mexicanos.

Estos esfuerzos se ven cristalizados cuando en 1988 aparece la quinta edición de la FEUM y se actualizó mediante la publicación de sus suplementos en 1990 y 1992, respectivamente.

En 1994 aparece la sexta edición de la FEUM, en 1995 su primer suplemento y el segundo en 1998.

En el año 2000 se publicó la séptima edición, en el 2001 y 2002 el primer y segundo suplementos que coincidieron con dos logros innovadores: la aparición de la primera versión electrónica con un soporte informático de disco compacto (CD-ROM) de la FEUM, que incluye la séptima edición, su primer suplemento, la Farmacopea Herbolaria y la Farmacopea Homeopática; y el establecimiento del laboratorio de sustancias de referencia FEUM, las primeras se pusieron a disposición del público en el 2004.

Dicho año no dejó de ser emblemático para la farmacopea de todos los mexicanos, puesto que en esa fecha se cumplieron 20 años de la fundación de la Comisión Permanente, y por primera vez este organismo logró contar con una sede permanente, financiada por sus propios esfuerzos y auspiciada por las máximas autoridades de la regulación sanitaria.

Estructura de la Comisión Permanente de la Farmacopea de los Estados Unidos Mexicanos

La CPFEUM es el órgano responsable de mantener permanentemente actualizada a la FEUM; está integrada por un Consejo Directivo, un Consejo Técnico, una Dirección Ejecutiva y un Fideicomiso, los cuales se describen a continuación:

Consejo Directivo

Tiene como funciones asesorar a la Secretaría de Salud en la actualización de la FEUM, establecer la coordinación necesaria entre las instituciones del Sector Salud, promover el uso y aplicación de la FEUM y establecer los sistemas, criterios y políticas para el funcionamiento de la CPFEUM.

Consejo Técnico

Está integrado por aproximadamente 160 expertos propuestos por las instituciones que participan en el Consejo Directivo y organizados en Comités de trabajo de acuerdo a su especialidad y campo de experiencia.

Su función consiste en aportar experiencias científicas y profesionales en las publicaciones de la FEUM, participar en las revisiones y discusiones que se generan durante el proceso de su actualización permanente.

En él participan representantes de las siguientes entidades:

Consejo de Salubridad General

Institutos Nacionales de Salud

Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios

Instituto Mexicano del Seguro Social

Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado

Universidad Nacional Autónoma de México

Instituto Politécnico Nacional

Academia Nacional de Medicina

Academia Nacional de Ciencias Farmacéuticas

Colegio Nacional de Químicos Farmacéuticos Biólogos de México

Asociación Farmacéutica Mexicana

Producción Químico Farmacéutica

Dirección Ejecutiva

La titular de la Dirección Ejecutiva de Farmacopea y Fármaco vigilancia de la COFEPRIS es quien asume la Dirección Ejecutiva de la CPFEUM, es el enlace entre la Secretaría de Salud y los integrantes de la CPFEUM. Organiza, coordina y apoya la actualización permanente de las publicaciones de la Farmacopea, para lo cual cuenta con un equipo de trabajo que le apoya para cumplir con los objetivos y fortalecer a la institución.

Asimismo es la responsable de establecer los sistemas y procedimientos necesarios para su buen funcionamiento, de acuerdo con los criterios y políticas establecidas por el Consejo Directivo. Es el canal de comunicación entre la CPFEUM y los usuarios de la FEUM, ya que prepara la información relacionada con las consultas y la complementa para ser presentada en los comités de trabajo, donde se discute y resuelve, y posteriormente prepara la respuesta para su envío a los consultantes.

Fideicomiso

Es el responsable de supervisar, administrar y autorizar el uso de los recursos financieros de la CPFEUM que provienen, en un 100%, del ingreso de la venta de sus ejemplares.

Objetivo de la Farmacopea Mexicana

El papel de la farmacopea se enfoca en lograr que los medicamentos que se consuman en el país sean de calidad, para esto funge como conciliador y negociador entre fabricantes, autoridades y consumidores de medicamentos, de esta manera evita controversias innecesarias, al plasmar en un documento los requerimientos que deben cumplir los medicamentos en el país, y que resultan de acuerdos entre las partes interesadas.

En el mismo sentido, concientes de que la terapéutica moderna no se limita a un solo campo y al contrario experimenta y se diversifica, la FEUM, atenta de estas tendencias, ha publicado suplementos destinados a establecer controles para productos de origen herbolario y homeopático.

Como la calidad de cualquier producto puede perderse debido a su mal manejo, actualmente la CPFEUM se esfuerza por asegurar que la calidad de los medicamentos se mantengan hasta que llegue a las manos del usuario final, por tal razón, se mantiene actualizada una publicación sobre buenas prácticas en los establecimientos donde se almacenan y distribuyen los medicamentos.

Publicaciones vigentes de la FEUM y sus suplementos.

Farmacopea de los Estados Unidos Mexicanos, octava edición: vigente a partir de enero de 2005, tiene el propósito de apoyar las acciones de regulación sanitaria en el campo de medicamentos como norma de calidad, siendo el documento oficial donde se establecen los métodos de análisis y las especificaciones técnicas que deben cumplir los medicamentos, productos biológicos y biotecnológicos, así como sus fármacos, aditivos y materiales que aseguren su calidad.

  • Farmacopea Herbolaria de los Estados Unidos Mexicanos

La versión vigente aparece en el 2001 y tiene como objetivo establecer los métodos de análisis y especificaciones técnicas que deben cumplir las plantas y los derivados que se utilicen en la elaboración de medicamentos y remedios que empleen materias primas de origen herbolario, busca contribuir al mejoramiento de la calidad de este tipo de productos y su uso racional.

  • Farmacopea Homeopática de los Estados Unidos Mexicanos

Aparece en 1998 y tiene como objetivo la elaboración de medicamentos homeopáticos que involucra el conocimiento del origen, descripción, identificación, composición y ensayo de las materias primas, así como sus técnicas de fabricación.

  • Suplemento para Establecimientos Dedicados a la Venta y Suministro de Medicamentos y otros Insumos para la salud

Esta publicación, en su tercera edición, aparece en el segundo trimestre de 2005. Su objetivo es mejorar el servicio que proporcionan los establecimientos que se dedican a la venta y suministro de medicamentos y que son el último eslabón en el proceso de los medicamentos antes de llegar al paciente.

Compromisos y responsabilidades

En la FEUM se establecen los métodos de análisis y los requisitos sobre la identidad, pureza y calidad que garantizan que los fármacos (principios activos), aditivos, medicamentos y productos biológicos (vacunas y hemoderivados), sean eficaces y seguros, de acuerdo a las características propias del país. México es una de las pocas naciones, a nivel mundial, que tienen una farmacopea propia que regula los medicamentos.

En la Ley General de Salud se establece que los medicamentos estarán normados por la Farmacopea de los Estados Unidos Mexicanos, y que es responsabilidad de la Secretaría de Salud mantenerla permanentemente actualizada, contando para esto con la Comisión Permanente de la Farmacopea de los Estados Unidos Mexicanos como un órgano asesor.

Es importante recordar que el uso de la FEUM es de cumplimiento obligatorio para todos aquellos medicamentos que serán utilizados en nuestro país, sin importar si fueron fabricados dentro o fuera de él.

Contar con una farmacopea nacional, es considerar la naturaleza de nuestra industria, que por cuestiones económicas, tecnológicas, sociales y culturales, genera necesidades un tanto diferentes a las de los países más desarrollados.

Esto se ve reflejado en especificaciones o métodos de análisis diferentes a los que se tienen en otros países para el mismo producto, no obstante, en la mayoría de los casos, las nuestras son acordes con la normatividad internacional. En el mismo sentido, en México se emplean algunos medicamentos que no se utilizan en los países desarrollados, y es ahí donde también debemos estar pendientes de nuestras propias necesidades.

Por estos motivos, es importante consolidar la farmacopea y mantenerla como la columna vertebral en el control de calidad de los medicamentos en México, que permita ser el foro de discusión y negociación entre la autoridad sanitaria, la industria farmacéutica y otros usuarios de la FEUM.

No obstante, la farmacopea nacional es un instrumento tan complejo, que sólo es posible mantenerla a la vanguardia con la colaboración de todos los sectores involucrados en las ciencias farmacéuticas, por lo que nuestra farmacopea es y seguirá siendo el reflejo de esa participación entusiasta que se ha demostrado todos estos años.

DEFINICIONES DE LA OMS SOBRE MEDICINA TRADICIONAL, MEDICINAS COMPLEMENTARIAS Y HERBOLARIA

Traditional Medicine (TRM)
Traditional medicine is the sum total of the knowledge, skills, and practices based on the theories, beliefs, and experiences indigenous to different cultures, whether explicable or not, used in the maintenance of health as well as in the prevention, diagnosis, improvement or treatment of physical and mental illness.
Complementary/Alternative Medicine (CAM)
The terms "complementary medicine" or "alternative medicine" are used inter-changeably with traditional medicine in some countries. They refer to a broad set of health care practices that are not part of that country's own tradition and are not integrated into the dominant health care system.
Herbal Medicines include:
herbs including crude plant material such as leaves, flowers, fruit, seed, stems, wood, bark, roots, rhizomes or other plant parts, which may be entire, fragmented or powdered.
herbal materials including, in addition to herbs, fresh juices, gums, fixed oils, essential oils, resins and dry powders of herbs. In some countries, these materials may be processed by various local procedures, such as steaming, roasting, or stir-baking with honey, alcoholic beverages or other materials.
Herbal preparations are the basis for finished herbal products and may include comminuted or powdered herbal materials, or extracts, tinctures and fatty oils of herbal materials. They are produced by extraction, fractionation, purification, concentration, or other physical or biological processes. They also include preparations made by steeping or heating herbal materials in alcoholic beverages and/or honey, or in other materials.
finished herbal products consisting of herbal preparations made from one or more herbs. If more than one herb is used, the term mixture herbal product can also be used. Finished herbal products and mixture herbal products may contain excipients in addition to the active ingredients. However, finished products or mixture products to which chemically defined active substances have been added, including synthetic compounds and/or isolated constituents from herbal materials, are not considered to be herbal.
Traditional use of herbal medicines
herbal medicines include herbs, herbal materials, herbal preparations and finished herbal products, that contain as active ingredients parts of plants, or other plant materials, or combinations. Traditional use of herbal medicines refers to the long historical use of these medicines. Their use is well established and widely acknowledged to be safe and effective, and may be accepted by national authorities.
Therapeutic activity
therapeutic activity refers to the successful prevention, diagnosis and treatment of physical and mental illnesses; improvement of symptoms of illnesses; as well as beneficial alteration or regulation of the physical and mental status of the body.
Active ingredients
active ingredients refer to ingredients of herbal medicines with therapeutic activity. In herbal medicines where the active ingredients have been identified, the preparation of these medicines should be standardized to contain a defined amount of the active ingredients, if adequate analytical methods are available. In cases where it is not possible to identify the active ingredients, the whole herbal medicine may be considered as one active ingredient.

http://www.who.int/medicines/organization/trm/orgtrmdef.shtml

PLANTAS MEDICINALES EN LA LUCHA VIH SIDA

CLÍNICA DE MEDICINA TRADICIONAL “MARIO DIHIGO”
Las plantas medicinales en el marco de la lucha frente al VIH-SIDA .
Medical plants in the fight againts VIH-SIDA

AUTORES

Dr. Johann Perdomo Delgado (1)
Dra. Evelyn Anie González Pla (1)
Dr. Nelson V. Perdomo Álvarez (2)

(1) Especialistasde 1er. Grado en Medicina Tradicional y Natural. Profesor Instructor.
(2) Especialista de 1er. Grado en Pediatría. Máster en Medicina Tradicional y Natural. Profesor Asistente.
E-mail: nelsonp.mtz@infomed.sld.cu

DESCRIPTORES(DeCS):

INFECCIONES POR VIH/ terapia
FITOTERAPIA/ utilización
PLANTAS MEDICINALES
SÍNDROME DE INMUNODEFICIENCIA ADQUIRIDA/ terapia
HUMANO

INTRODUCCIÓN

La Organización Mundial de la Salud, en su “Estrategia sobre Medicina Tradicional 2002-2005”, definió la necesidad de aumentar la base de evidencia para la Medicina Tradicional/Medicina Complementaria y Alternativa (MT/MCA), haciendo énfasis en los problemas sanitarios prioritarios, como la malaria y el VIH-SIDA. Dentro de los resultados esperados para este período se incluía el apoyo selectivo para el estudio clínico en las afecciones señaladas (1). Antecedentes importantes por parte de este organismo lo constituyen resoluciones anteriores, las cuales datan de los años setenta, encaminadas a impulsar el desarrollo de determinadas modalidades específicas de la MT/MCA, particularmente la Fitoterapia. (2)
Resulta innegable el interés del uso de las Plantas Medicinales en el mundo moderno por parte de los consumidores. En Japón ocupan el sexto lugar dentro de las modalidades de la MT/MCA utilizadas, mientras que en EE.UU. toman el segundo puesto (3). Han sido reportadas ganancias de un equivalente a $ 1.375 millones (dólar norteamericano) durante 1995 en Europa y de $3.24 billones en EE.UU. al siguiente año. En este último país se ha estimado un total de aproximadamente 60 millones de consumidores de fitofármacos (4). Conviene señalar a favor de la Fitoterapia que la OMS reconoce un 74 % de correspondencia entre los usos tradicionales y modernos de los 119 medicamentos alopáticos derivados de plantas. (5)
El VIH-SIDA resulta, sin duda alguna, un campo de interés para la investigación con Plantas Medicinales. Se plantea que el desarrollo de tratamientos contra el SIDA con fitofármacos puede proceder de la búsqueda semi-ramdomizada de nuevas moléculas o de estudios clínicos sugeridos por su uso tradicional. Estos productos pueden ser utilizados en el tratamiento del VIH-SIDA buscando tres objetivos diferentes: eliminar o suprimir el virus, estimular la función inmunológica dañada o tratar las infecciones oportunistas y neoplasmas. Numerosas investigaciones han sido llevadas a cabo, tanto
in vitro como in vivo, evidenciándose las posibilidades de cada especie vegetal. Resulta interesante que los estudios clínicos, al usar plantas tradicionalmente consumidas con fines alimentarios y/o medicinales, las cuales tienen un bajo riesgo de toxicidad, han logrado avances más rápidos que los estudios de laboratorio. Un elemento relevante a tener en cuenta en este campo lo constituye el riesgo de interacciones medicamentosas. Ha sido demostrado que algunos fitofármacos modifican las concentraciones plasmáticas y el efecto de drogas antirretrovirales (ej. Hypericum Perforatum disminuye las concentraciones de Indinavir entre un 20 % y 50 %; Lentinus edodes incrementa la acción de las drogas retrovirales). (6)
A continuación se muestra una lista de algunas Plantas Medicinales estudiadas con efecto demostrado sobre el VIH, señalándose los principios activos o extractos en cada caso responsabilizados con la actividad demostrada
in Vitro. ( 6,8 )

Especie

Principios Activos o Extractos probados

Mecanismo de acción

Ancistrocladus spp.

Michellamina A y B

Inhibe la replicación del VIH en las fases iniciales de infección de los linfocitos T.

Andrographis paniculata

Extracto acuoso de las hojas

Inhibe la proteasa y la retrotranscriptasa del VIH.

Callophyllum lanigerum

Calanólidos

Inhibe la retrotrascriptasa del VIH-1.

Cephaelis ipecacuanha

Psicotrina, O -metil-psicotrina

Inhibe la retrotranscriptasa.

Hypericum perforatum

Hypericina y pseudohipericina

Interfiere con el ensamblaje de los viriones y su diseminación secundaria interacciona con la integración del ADN proviral, interfiere con la infección viral.

Trichosanthes kirilowii

a-Trichosantina

Inhibe la transcripción y trans-activación viral.

Psidium guajava

Procianidina B2

Inhibe la retrotranscriptasa.

Punica granatum

Punicacorteína D, punicalina, punicalagina.

Inhibe la retrotranscriptasa.

En el área de la investigación clínica numerosas plantas se han experimentado, tanto de forma unitaria como en formulaciones compuestas por varias especies vegetales y procedentes de farmacopeas como la China y la Ayurvédica. Algunos ejemplos son:
Momordica charantia: Un estudio preliminar desarrollado en la comunidad mostró que la decocción de esta planta, administrada por vía oral y rectal, normalizó el índice CD4-CD8, con la consecuente sensación de bienestar. El reporte incluyó a cuatro pacientes SIDA y a dos seropositivos.
Aloe barbadensis: En un estudio desarrollado en 1987 con un polisacárido derivado de esta planta, mostró una mejoría estadísticamente significativa de los pacientes, tanto en los parámetros clínicos como en los de laboratorio después de tres meses de tratamiento. (6)
A pesar del poco apoyo que recibe la investigación con Plantas Medicinales por parte de la industria farmacéutica, (7,8) actualmente se continúa trabajando en esta área de desarrollo científico. Siendo el SIDA una pandemia que afecta al mundo moderno, no deben escatimarse esfuerzos a favor de la vida. En dicho sentido, según la evidencia hasta hoy acumulada, la Fitoterapia ofrece modestos aportes que deben ser adecuadamente considerados en beneficio de los pacientes.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. OMS. Estrategias de la OMS sobre Medicina Tradicional. Ginebra: OMS; 2002.

2. Cabieses F. A favor y en contra del uso de las plantas medicinales. En: Lozoya X. 5 Simposio Internacional de Fitofármacos: Los Fitofármacos en la Clínica Moderna. México D.F: IMSS-Farmassa Schwabe; 2001. p. 5-13.

3. Suzuki N. Complementary and Alternative Medicine: a Japanese Perspective CAM 2004; 1 (2): 113-8.

4. The Bourton Goldberg Group. Alternative Medicine. Tiburon: Future Publishing; 1999.

5. Calabrese C, Ruhland JF, Duke JA. Botanical Medicine in AIDS. En: Standish LJ, Calabrese C, Galantito ML. AIDS and Complementary & Alternative Medicine. Philadelphia : Churchill Livingstone; 2002. p. 83-95.

6. Alonso J. Aplicación de los Fitofármacos en la clínica diaria. En: Lozoya X. 5 Simposio Internacional de Fitofármacos: Los Fitofármacos en la Clínica Moderna. México D.F.: IMSS-Farmassa Schwabe; 2001. p. 79-88.

7. Vermani K, Garg S. Herbal medicines for sexually transmitted diseases and AIDS. J etnopharmacology 2002; 80(3): 49-66.

8. Díaz Mastellari M. En defensa de la Medicina y de su Método Científico. Bogotá: Fotolito e Impresiones Hel; 2005.

KEY WORDS

HIV INFECTIONS/ therapy
PHYTOTHERAPY/utilization
PLANTS, MEDICINAL
ACQUIRED IMMUNODEFICIENCY SYNDROME/ therapy
HUMAN

CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO
Perdomo Delgado J, González Pla EA, Perdomo Álvarez N. Las plantas medicinales en el marco de la lucha frente al VIH-SIDA.Rev méd electrón[Seriada en línea].2006; 28(4).Disponible en:URL: http://www.cpimtz.sld.cu/revista medica/año 2006/vol4_ 2006/tema15.htm.[consulta: fecha de acceso]